Imaginemos una vida sin música.
El latir de un corazón, el sonido de nuestras propias palabras. Una celebración de cumpleaños bañada en el blanco y negro de una película muda. Una sala de conciertos desierta, quizás nunca imaginada. Se desvanece el recuerdo de aquella canción que te inspira, o aquella que te rompe en llanto.
¿Qué sería de tu vida si no existiera la música?
Un buen día, de alguna manera, conociste a tu primera banda de metal. Y ese suceso transformó tu vida para siempre. ¿Lo recuerdas?
Comprabas los discos, esperabas los conciertos y muy probablemente dejaste crecer tu cabello, eligiendo el negro como nuevo uniforme. En la búsqueda de nuevas propuestas, elegías la portada que alteraba tus sentidos, o el logotipo que más llamaba tu atención. Quitabas el celofán y abrías la caja impaciente por escuchar tu nueva adquisición. O te enamorabas, o te desilusionabas.
Mientras tanto, un equipo de productores, ingenieros y artistas se veían recompensados por sacarte de esa rutina monótona del día a día. Por entregarte un pedazo de su alma para que hoy recuerdes ese tema especial que le dio sentido a lo que nadie entendía.
El tiempo pasó y decidiste que una descarga ilegal te ahorraría unas monedas. Que si podías tenerlo gratis no sería necesario pagar por ello. Te convenciste a ti mismo, que tus finanzas no te lo permitían, mientras comprabas una caja de cigarros o unas cervezas del lunes por la tarde, para encubrir el asesinato de tu propia cultura metalera.
Hoy en día, la industria de la música se desploma, sustituyendo a un músico por una máquina de instrumentos pregrabados, inanimados.
Comprar discos físicos o digitales es casi exclusivo y listo para convertirse en edición de coleccionistas. Tú, ya no sabes escuchar, ni leer. Tus pasiones se han vuelto grises y monótonas. Te miras al espejo y te cortas el pelo, te vistes de civil y te convences que no hace falta alzar la voz. En un disparo, te transformas en lo que juraste nunca ser.
Hoy es el día que encuentras ese viejo primer disco, lo desempolvas, le sonríes y te emocionas. Sabiendo que un pedazo de felicidad verdadera, cuesta generalmente menos de 200 pesos.
La felicidad y la cultura no mueren si le das valor a lo que importa.
Bienvenidos a mi columna, donde lo más importante será tu opinión.
Y tu… ¿Apoyas a tus bandas favoritas?
No te quedes sin hablar y comenta si aún consumes música, y que disco te hizo metaler@. ¡Hasta la Próxima!